El valor de las mujeres rurales y cómo navegar hacia el futuro desde Aragón

dia de la mujer rural aragon
Tabla de contenidos

El pasado 15 de octubre conmemoramos y celebramos el Día internacional de la mujer rural, una fecha que debe servirnos para mirar con atención el papel que desempeñan las mujeres en los paisajes más olvidados del territorio, pero no sólo ese día en concreto sino todos los días del año. 

En Aragón, donde su gran reto es la despoblación, las mujeres rurales son históricamente las columnas silentes de vida, cuidado y dinamismo de nuestros municipios; es más, desde Océano Atlántico llevamos varios años ya visibilizándolas en una clara reivindicación de que el mundo rural es un espacio con el potencial suficiente como para construirse, reinventarse y sostener identidades.

Pasado el 15 de octubre, seguimos reflexionando sobre la falsa tensión entre ciudad y campo, reivindicando la pluralidad de experiencias de mujer y haciendo propuestas sobre cómo fortalecer lo local para que más mujeres elijamos quedarnos, crear y transformarnos en Aragón.

¿Por qué importa la mirada rural?

Desde Océano Atlántico reconocemos y tenemos muy claro que muchas narrativas actuales están promoviendo las grandes ciudades como meta de progreso, éxito o escaparate individual, pero trasladar esa visión al ámbito rural ignora una realidad en ocasiones muy compleja: las grandes urbes ni garantizan bienestar ni, en muchos sentidos, comunidad. 

En el caso específico de las mujeres, quedarnos en el mundo rural presenta y representa un acto de arraigo, de compromiso y de posibilidad de ejercer una pluralidad de roles: agricultora, cuidadoras, emprendedoras, gestoras de nuestro patrimonio local… e idealizar lo urbano puede terminar invisibilizando la riqueza colectiva y simbólica de lo rural.

Y, es que, ni todas las mujeres rurales vivimos la misma vida ni tampoco nos enfrentamos a las mismas barreras. Entre las montañas de Huesca, los valles (olvidados) de Teruel o las comarcas del sur de Zaragoza, nuestras realidades varían en muchos ámbitos muy diferentes: acceso a servicios, transporte, conectividad, oportunidades económicas, etc.

Algunas mujeres somos propietarias o co-titulares de explotaciones agrarias; otras combinamos agricultura con turismo rural, cuidado de personas mayores, artesanía local, tecnología o deporte de alto rendimiento. Algunas somos jóvenes, otras mayores; algunas migrantes, otras contamos con raíces centenarias en el territorio y reconocer esa pluralidad y esa diversidad es esencial para formular políticas que respondan con precisión, y no con estereotipos, a nuestras necesidades específicas.

En Aragón, las mujeres somos titulares del 23 % de las explotaciones agrarias, aunque sólo en el 16 % de ellas somos consideradas jefas efectivas de la explotación. 

Y eso que el porcentaje de mujeres jefas de explotaciones ha crecido en los últimos años, pasando del 17 % al 23 % entre 2016 y 2023, lo que en cifras absolutas implica que más de 7.100 mujeres dirigen una explotación agraria en el territorio 

Según el Gobierno de Aragón, las mujeres rurales sufrimos una brecha en acceso a tecnología, titularidad de tierras y participación en órganos de decisión en entidades agrarias. En otros informes oficiales, se identifican barreras como la masculinización del sector agrícola, la escasa representatividad que las mujeres tenemos en las cooperativas o comunidades de regantes, y las enormes dificultades de conciliación que tenemos en entornos dispersos, como el nuestro.  

Si algo nos aportan estos datos, es que nos permite subrayar que nuestro trabajo ni es “auxiliar” ni mucho menos es residual. Más bien, todo lo contrario: está en el centro de la vida productiva, social y comunitaria de Aragón y, como sucede en gran parte del mundo rural, no recibe el reconocimiento ni las condiciones equitativas que merece.

Retos y caminos para fortalecer su papel

En Océano Atlántico creemos que no basta con que las mujeres rurales tengamos interés o voluntad de hacer cosas: debemos disponer de recursos para formarnos, para acceder a servicios digitales y para comunicarnos con el mundo porque la brecha digital rural es real y limita los horizontes de emprendimiento, comercialización e innovación.

Es más, para que las decisiones locales respondan a las diversas realidades existentes, también es clave que las mujeres rurales ocupemos cargos en cooperativas, juntas agrarias, asociaciones vecinales o entidades locales. 

Y, es que, tener responsabilidades familiares, de cuidado o de hogar no puede seguir siendo un factor que nos lleve al abandono del territorio. Por ello, servicios de educación 0 a 3 años, transporte, cuidados a personas mayores y redes de colaboración local deben diseñarse para respaldar nuestra permanencia en nuestros pueblos. Y, con nosotras, cada pueblo, cada comarca y cada provincia puede contar nuestras historias: agricultoras que innovamos, artesanas que recuperamos saberes y oficios casi perdidos u olvidados, emprendedoras que tejemos…, en definitiva, una serie de complejos itinerarios de valor agregado local. 

Una mirada esperanzada: lo rural como espacio de desarrollo

Trabajar el mundo rural con dignidad, con voz y con comunidad convierte nuestros pueblos en espacios de vida alejados de esa idea nostálgica de escenarios pasados. Porque quienes decidimos quedarnos, emprender, cultivar, enseñar o sanar desde nuestro entorno próximo hace del territorio un lugar con alma. Desde esa voluntad, lo rural despide su aura de inferioridad comparativa frente a las grandes urbes.

Pasado ya el 15 de octubre, insistimos en que las nuevas generaciones de mujeres, y también de hombres, vean el ámbito rural como una alternativa válida y no como un tránsito hacia “algo mejor” que – se nos dice – está en la urbe. 

Para Océano Atlántico, que trabaja el ámbito rural con la óptica de ser un proyecto común, es clave que permanezcamos en los pueblos quienes queremos permanecer, que vuelvan quienes lo añoran y que quienes eligieron otros caminos sigan reconociendo que lo rural es parte esencial de sus vidas.

Las mujeres del ámbito rural aragonés sostenemos hoy más que un campo. Somos columnas esenciales de nuestras comunidades, memorias, resistencias y esperanzas. Y si queremos que Aragón no se vacíe, debemos hacer porque nuestra geografía sea vista como una posibilidad igual de válida que otras en la que construir proyectos de vida, impulsar nuestra creatividad y establecer un arraigo. Y para que ello suceda, las mujeres rurales no podemos ser las invisibles del desarrollo.

Pasado el 15 de octubre, seguimos visibilizándonos como mujeres rurales. 

Artículos relacionados
Home
0